Los rosales se suelen podar principalmente en dos épocas del año: a finales del invierno o a principios de la primavera, y también a finales del verano o principio del otoño. La poda del final del invierno (febrero o marzo) se realiza cuando la planta está en reposo vegetativo, justo después de que hayan pasado las heladas para evitar daños por frío. Esta es la poda principal para preparar el rosal para la temporada de crecimiento. En climas más fríos se recomienda esperar a que el riesgo de heladas haya pasado, lo que suele coincidir con finales de marzo. Esta poda consiste en eliminar ramas muertas, enfermas, cruzadas y dejar solo las ramas sanas cortando por encima de yemas orientadas hacia el exterior. La segunda poda se hace a finales del verano o principios del otoño (julio, agosto o septiembre), y es una poda de mantenimiento para eliminar flores marchitas, madera muerta y chupones, y preparar al rosal para el descanso invernal. Además, algunos rosales remontantes que florecen más de una vez al año pueden podarse después de la floración para estimular una segunda floración. En resumen, se puede podar los rosales:
- Principalmente a finales del invierno o principios de primavera, después de las heladas.
- Y una poda de mantenimiento a finales del verano o principios del otoño.
Estas podas ayudan a mantener la salud, vigor y belleza del rosal.